Según la Achee, en algunos casos las filtraciones de aire pueden significar entre 25% y 30% de las necesidades de climatización.
Fuente: El Mercurio
“El principal consumo energético en una vivienda en invierno es por concepto de calefacción, por lo que hacer un uso adecuado de la energía es primordial. En este contexto, la búsqueda de mayor eficiencia, menores niveles de contaminación y más confort es fundamental a la hora de elegir el sistema que se va a utilizar”, afirma Diego Lizana, director ejecutivo de la Agencia Chilena de Eficiencia Energética (AChEE)
Por ello, indica, “antes de elegir el sistema ideal para un hogar, se debe tener en cuenta el comportamiento de los habitantes. Si la casa está habitada la mayor parte del día, lo ideal es tener un artefacto que cuente con termostato y dejar este en temperatura de 20 ºC de manera constante para el día y 18º C para la noche, ya que apagar y encender calefactores y estufas que no cuentan con este elemento hace que se gaste más energía y que el lugar se enfríe rápidamente”.
En este sentido, dice, “es clave la correcta elección de equipos y mejorar el inmueble para evitar las pérdidas de calor, combinando esto con adecuadas prácticas de ventilación”.
Lo primero, aconseja, “es saber cuántos metros cuadrados se va a calefaccionar, la potencia (Kw) del equipo y qué nivel de confort se desea obtener al interior de la vivienda. Hoy se pueden buscar fuentes de calefacción más limpias, seguras y menos contaminantes, como la electricidad, la calefacción central o los radiadores”.
Aspectos clave
El director ejecutivo señala que “conservar en el invierno una temperatura ideal de unos 20 ºC es lo óptimo, según la OMS, y para alcanzar esta temperatura es importante tener en consideración, por un lado, evitar las pérdidas térmicas y luego tomar alguna opción de calefacción”.
En este sentido, dice, “un buen método para verificar si existen filtraciones que provoquen pérdidas térmicas, es prender una vela y acercarse cuidadosamente a las puertas y ventanas. Gracias al movimiento de la llama podremos localizar corrientes de aire y ventanas o puertas que requieren de nueva aislación”.
Afirma que en algunos casos las filtraciones de aire pueden significar entre 25% y 30% de las necesidades de climatización que se deben a las pérdidas que se originan por tales filtraciones”.
Por eso, “para mantener el control de estas filtraciones, se recomienda aislarlas con silicona o cintas adhesivas. Es recomendable, además, mejorar la aislación térmica aplicando sustancias aislantes que no sean tóxicas en cielos e interiores de paredes de madera”.
Asimismo, afirma, “se deben tener en cuenta algunos factores de la envolvente (paredes, ventanas y puertas), que se deben mejorar o al menos revisar. Una de las principales pérdidas de calor se produce a través de los techos y muros, por lo que mejorar el aislamiento térmico puede significar ahorro energético y monetario en la calefacción”.
Indica en este ámbito que “una capa de tres centímetros de lana de vidrio polietileno expandido o poliuretano (los materiales más habituales) tienen la misma capacidad aislante que un muro de piedra de un metro de espesor”.
Por otra parte, explica Diego Lizana, “los ventanales son fuente de escape del calor, por lo que, si es posible, es recomendable instalar doble vidrio, y si no es posible, es una buena medida instalar cortinas gruesas, idealmente térmicas. También es recomendable utilizar persianas o protecciones en el exterior”.
Agrega que “la acción de instalar ventanas de doble cristal y marco con rotura de puente térmico puede reducir casi a la mitad la pérdida de calor en algunos casos, disminuyendo, además, el ruido. Sin embargo, esta es una solución, en muchos casos, menos costo-eficiente que la mejora de muros, en especial en el caso de viviendas donde predomina mayormente la cantidad de superficie de muros que de ventanas”.
Múltiples ventajas
Diego Lizana señala que el logro de eficiencia energética en el tema de la calefacción tiene múltiples ventajas.
“Desde el punto de vista ambiental, el uso eficiente del ‘combustible’ que utilice el sistema de calefacción (electricidad, gas, kerosene, leña, etc.), ya sea porque el equipo en sí es eficiente o por la operación que se haga de él, resulta en dos consecuencias beneficiosas: por una parte, ahorro de energía y, por otra, la disminución de contaminación o emisión de gases de efecto invernadero”.